¡Aquí está mi salida del closet..!

Mi nombre es Maryari, venezolana, residente en Chile desde hace ocho años, madre de dos hermosos hijos varones (ambos neurodiversos), psicólogo clínico y neurodiversa.

Si, así como lo lees, formo parte del Trastorno del Espectro Autista en grado 1 y cómo si fuera poco también tengo Déficit de Atención.

Recibí mi diagnóstico a los 36 años, cuando una terapeuta que veía a mi hijo mayor hizo las respectivas pruebas y… Para mi sorpresa: en un instante logró darle explicación a todos los ruidos que sentí durante mi vida entera.

Debo decir, honestamente, que la primera semana después del diagnóstico lloré mucho, no desde la negación, sino más bien desde la compasión, pasé 36 años de mi vida sintiéndome: RARA y profundamente INCOMPRENDIDA.

También debo confesar que es la primera en la que hablo de esto públicamente.

Me tomó algunos meses procesarlo y he estado pensando desde entonces si valdrá o no la pena dar esta explicación a la gente (cercana o no).

Parte de las cosas que me diferenciaban del resto desde muy temprana edad incluían:

  • Interés desproporcionado por los libros y la lectura, a pesar de que me costó mucho aprender a leer, pero cuando empecé a hacerlo no paré.
  • Dificultades para socializar (tengo muy pocos amigos).
  • Hipersensibilidad a los olores y al ruido además de muy baja tolerancia al dolor físico.
  • Dificultad para comer algunos alimentos, pues no toleraba sus texturas.
  • Dificultad para tolerar la frustración (sí, soy la amargada de mi familia).
  • Dificultades para entender la ironía o el doble sentido.
  • Comunicación muy confrontativa (no tengo filtros).
  • Tendencia a la literalidad (me decían algo y en serio lo creía).
  • Dificultades para concentrarme.
  • Tendencia al aislamiento.
  • Dificultad para hacer contacto visual.
  • Ideas obsesivas y ansiedad a niveles desproporcionados cuando algo salía de mi control.

Honestamente, me cuesta mucho aún hoy lidiar con la incertidumbre.

El resultado de vivir tantos años sin un diagnóstico generó en mi vergüenza, culpa, rabia, y en varias ocasiones episodios depresivos que incluían ideas suicidas.

Y se preguntarán, ¿cómo puede ser?

Bueno, pues imagínense una vida donde la mayoría de las personas que te rodean te juzgan constantemente porque parece que no tienes sentido común, de algún modo u otro los heriste, ya sea diciendo algo, o no asistiendo a una fiesta, o no saludándolos en la calle, o pidiendo espacio, o no tolerando el desorden o el ruido, o terminando una relación por sentirte abrumada, o perdiendo la paciencia, o sintiendo mucha pero mucha dificultad para tolerar cambios como procesos migratorios o la maternidad.

Y resulta que todos y cada uno de los comportamientos y actitudes que me han caracterizado la vida entera tienen una explicación neurológica.

Descubrirlo representó un alivio y el inicio de un proceso de perdón, aceptación y sanación que aún hoy estoy transitando.

No mentiré, no todos los días son fáciles, pero ya no siendo culpa o venguenza de ser quién soy, lo cual es increíblemente liberador.

¿Por qué hoy estoy contando todas estas cosas de mi?

Porque la terapia, ese espacio tan íntimo que compartimos se trata de ustedes, no de mí, y hoy quiero salir del closet para que me conozcan y sepan más de mi humanidad, de mis retos, de mis luchas, de mis sombras y mis victorias, y de la razón incluso de porque escogí esta profesión: siento que siempre estuve en búsqueda de respuestas.

Respuestas que encontré y que ahora refuerzan la convicción de que ser psicoterapeuta es mi gran misión de vida.

No entender a mis pares me llevó a la ciencia que da explicación a nuestra conducta. Tener que lidiar con mis propios procesos me permite comprender a profundidad el dolor psíquico y emocional que mis pacientes están experimentando cuando llegan a mi consulta.

Experimenté en mi propia
carne muchos de los motivos de consulta por los que hoy mis pacientes inician psicoterapia.

Así que mi gran anhelo es poder acompañarlos en sus propios caminos de sanación y hallar juntos esas respuestas que ustedes también buscan.

Ser esa luz en el camino que los lleve al perdón, la compasión y una versión mucho más real y humana de ustedes mismos.

Los quiero y seguiré usando todos los recursos disponibles para ser parte de sus propios procesos de transformación.

Con amor,
Maryari 🪷

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