Un amor sano es posible

En el consultorio, he acompañado a muchas mujeres que lo dieron todo por amor. Mujeres que creyeron que decir que sí a todo, que estar siempre disponibles, que entregarse por completo, sería suficiente para ser amadas.

Y, con mucho dolor, descubrieron que amar sin límites no garantiza un lugar en la vida de alguien.

Se fueron olvidando de sí mismas, postergando necesidades, silenciando molestias, tolerando lo intolerable. Y mientras más se apagaban, más invisibles se volvían.

En cambio, muchas de ellas también vieron —o conocieron— a otras mujeres que se priorizaban. Que ponían límites sin culpa, que sabían decir “no” y sostenerlo. Y lejos de ser rechazadas por eso, eran respetadas y valoradas.

Esa comparación, a veces dolorosa, fue también una revelación: el amor sano no se construye desde la renuncia, sino desde la integridad personal.

Un amor saludable no espera que te sacrifiques para ser elegida, sino que se construye entre dos personas que se eligen desde el respeto mutuo, con espacio para que ambas puedan ser ellas mismas.

Hay una idea muy instalada que romantiza la entrega total. Pero entregarte no es desaparecer. Amar no es dejar de ser. A veces, cuando damos todo por miedo a perder al otro, terminamos perdiéndonos a nosotras mismas.

«Por eso, un amor sano empieza en ti. En reconocer tus propios límites, en escuchar tu malestar, en darte permiso para incomodar si eso significa cuidarte. En dejar de justificar lo que duele. En aprender a sostenerte, para luego poder sostener un vínculo que no te apague». 

Si hoy te reconoces en esta historia, si alguna vez sentiste que tu amor no fue suficiente o que para que te quieran tenías que dejar de ser tú misma, quiero que sepas algo con toda claridad:

Un amor sano es posible.

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