El tema del perdón suele despertar emociones encontradas. Para algunos, es un paso liberador. Para otros, una exigencia moral que llega demasiado pronto.
En el imaginario colectivo, muchas veces se asocia el perdón con una reconciliación forzada o con “hacer las paces” incluso cuando algo nos dolió profundamente.
Pero desde la psicología, el perdón no siempre implica un acto público ni una declaración formal. Y tampoco es obligatorio para sanar.
¿Sanar requiere que el otro pida perdón?
No. Sería ideal que quien nos dañó reconociera lo que hizo, asumiera su responsabilidad y reparara el vínculo. Pero en la vida real eso no siempre ocurre. A veces la persona ya no está. Otras veces, simplemente no quiere o no puede asumir el impacto de sus actos.
Esperar ese pedido de perdón puede convertirse en una trampa emocional. Nos deja atados a una historia que no avanza. Condiciona nuestra paz interior a una respuesta externa que quizá nunca llegue.
Sanar, en cambio, sí requiere que puedas reconocer tu herida, darle un lugar, y elegir cómo quieres seguir viviendo con ella. Eso es algo que sí depende de ti.
¿Y es necesario perdonar para sanar?
Esta es una pregunta que no tiene una única respuesta. Hay personas que encuentran alivio en el acto de perdonar. Otras, que necesitan simplemente soltar el rencor sin llegar a nombrarlo como perdón. Y eso también está bien.
«Sanar no es sinónimo de perdonar, pero sí implica dejar de cargar con el dolor como si siguiera ocurriendo en presente».
Eso no significa justificar lo que pasó, minimizarlo o “entender al otro”. Significa elegir conscientemente no quedarte atrapado en el rol de víctima, y comenzar a construir una narrativa que te devuelva poder.
El perdón como acto íntimo
Cuando el perdón llega, no siempre es un gesto hacia el otro. Muchas veces, es una decisión interna: “Ya no quiero seguir en guerra con esto”. O incluso: “Elijo no dejar que este dolor defina mi presente”.
En algunos casos, el verdadero perdón que necesitamos es hacia nosotros mismos: por habernos quedado tanto tiempo, por no haber puesto límites, por habernos callado, por haber confiado… y ahí empieza una parte muy importante del trabajo terapéutico.
El camino es personal
No hay recetas universales para perdonar, ni tiempos definidos para sanar. A veces, el dolor necesita ser habitado antes de poder ser soltado. A veces, la herida necesita ser nombrada muchas veces antes de poder cerrarse.
Lo importante es que entiendas que sanar no depende del otro. Que puedes liberar lo que te pesa sin esperar una disculpa. Y que, incluso si nunca pronuncias la palabra “perdón”, puedes encontrar paz.
Perdonar no siempre es necesario para sanar. Pero sanar siempre es un acto de amor hacia ti.
Y a veces, ese amor empieza cuando decides dejar de esperar que el otro haga lo que tú ya puedes elegir por ti.
Si resuenas con este tema, te invito a que busquemos ese perdón por y para ti en terapia.
Tu amiga,
Maryari Vera
@maryapsicoterapia
+56 9 4846 5271
maryapsicoterapia@gmail.com